domingo, 26 de enero de 2014

De fuego y brasas


Un párroco se enteró un día de que uno de sus feligreses había decidido no asistir más a la iglesia. La razón de este rebelde era que podía comunicarse con Dios en la naturaleza como si estuviera en la iglesia.
Una noche el párroco decidió hacerle una visita.
Sentados junto al fuego, los dos hombres hablaron de mil asuntos pero no hablaron de la asistencia a misa.
Al cabo de un rato el párroco cogió las tenazas y sacó una sola brasa del fuego. Y colocó la brillante brasa sobre el suelo.
Los dos veían la brasa apagarse poco a poco y convertirse en cenizas, mientras las otras ardían y brillaban y sus llamas bailaban alegres.
El párroco permanecía en silencio.
Al cabo de un rato, el feligrés dijo: el próximo domingo estaré en la iglesia.


(de Antena Misionera)

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