domingo, 25 de abril de 2010

Ciudad de vida y muerte


Esta semana he disfrutado de unas pequeñas vacaciones que me han ofrecido la oportunidad de ver la película china triunfadora en el último Festival de San Sebastián, "Ciudad de vida y muerte" de Lu Chuan. Esta película recrea los acontecimientos históricos conocidos como "La masacre de Nanking"; esto es, la toma de la antigua capital china por el ejército japonés en 1937, y las posteriores atrocidades sin límite cometidas por los vencedores, desprovistos de más elemental humanismo. Así más de 20.000 mujeres fueron violadas y la cifra total de muertos fue de unos 300.000. Algo que dicho en números es demasiado frio, para la magnitud del hecho.

Pero no trato en este blog de hacer crítica cinematográfica. Simplemente reflexionar muy brevemente a la luz de esta película sobre hasta donde puede llegar la crueldad humana. Porque la película en definitiva es una radiografía de la crueldad que es la guerra. Y desde la más remota historia toda guerra acabó por desarrollarse más o menos de la misma manera. Con vencedores atropellando al vencido hasta donde es difícil imaginar.

Estamos en el siglo XXI. Posiblemente la peor de la guerras quizá no haya llegado todavía. Y me viene a la cabeza aquellas palabras de Cristo: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5,9).

jueves, 22 de abril de 2010

Buscando la cruz

Alexandro Prontazo es un cura italiano, que usa de la pluma para divulgar los valores evangélicos. De sus escrito extraigo esta anécdota, por considerarla suficientemente ilustrativa:

"Un día caí en un santuario famoso, mezclado en una peregrinación de personas económicamente acomodadas en los escalones más altos. Al atardecer se celebraba un solemne viacrucis a través de un itinerario trazado en el parque. El honor de llevar la cruz le tocó a un piadoso y rico propietario de tierras y negocios. A la hora establecida nos dimos cuenta, con admiración, de que no teníamos a mano una cruz que había que cargar sobre las devotas espaldas. Todos intentaron remediar aquel inconveniente. Todos se mostraron muy diligentes. Hubo una desbandada general, provocada por la búsqueda de una cruz. Pero nadie supo donde encontrarla. La cosa, es menester reconocerlo, tenía un aspecto cómico. Se me ocurrió aconsejar entonces:

-Buscad a un pobre. Vosotros los ricos tenéis que ir a buscar la cruz, pero los pobres la tienen siempre sobre sus espaldas.

No creí oportuno insistir, para no estropear definitivamente la fiesta o, mejor dicho, el viacrucis. Pero el episodío puede valer como símbolo y comentario de la implacable actitud de Jesús frente a las riquezas"

sábado, 17 de abril de 2010

En busca de la alegría

El tiempo pascual es tiempo de alegría. Por ello cuando el pasado domingo cerrábamos la octava de Pascua, un domingo que se denominó en la Iglesia antigua como “in albis” en alusión a las vestiduras blancas que los nuevos bautizados habían llevado durante toda la semana, reflexioné sobre el sentido y el significado de la alegría, así como su plasmación en nuestra vida diaria.

Lo primero que se viene al pensamiento es que vivimos un mundo y una época preñada de miserias, de intolerancias, de violencias, de consumismo, de injusticias, de corrupciones, de hedonismo, de venganzas, de mafias...... Entonces ¿le queda algún espacio a la alegría?.

El dolor y la alegría son inherentes a la propia existencia del hombre. Desde los dolores de parto, hasta los estertores de la muerte, siempre hay penalidades que afectan a todo ser humano, que se alternan con motivos gozosos. Sin embargo es la forma en que afrontamos esos momentos de dolor, lo que nos dará la impronta para vivir desde la alegría.

Porque en definitiva la alegría es un carácter, una forma de ser y existir, es un decantarse por lo positivo para germinar en un talante absolutamente nuevo y distinto de afrontar nuestro día a día. Allá donde hay alegría, no hay lugar para envidias, violencias, injusticias. La alegría abandera la libertad frente a la servidumbre, la aceptación frente a la intransigencia, la actividad frente a la indolencia, la amabilidad frente al gesto adusto, el blanco frente al negro.

Contaban del llorado actor mexicano “Pompin” Iglesias, que lo primero que hacía todas las mañanas aun antes de abrir los ojos era sonreir. Y el propio Charles Chaplin decía “Estoy siempre alegre; esa es la manera de solucionar los problemas de la vida”.

Científicamente se ha demostrado que la risa franca aporta vitalidad a nuestro organismo, reduce las tensiones, el insomnio, contribuye a aliviar el dolor y es saludable en cualquier proceso. La alegría engendra alegría, contribuyendo a mejorar nuestro entorno y nuestras relaciones humanas. Y es que como he oído decir alguna vez “La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”.

Para el cristiano, el Evangelio es la “Buena Nueva”, que nos transmite la fe, la esperanza y con ella la alegría. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido bien el núcleo del mensaje de Jesús. El creyente habrá de transformar los problemas y padecimientos en fuente de alegría, como dice San Pedro en su primera epístola: «Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria» (1Pe 4,13.)