domingo, 23 de mayo de 2010

Pluralidad y respeto

Dios hizo al hombre libre. Y esa libertad es una característica universal. Y en virtud de tal condición, venimos obligados a reconocer y mimar la libertad de los demás, antes incluso que la nuestra propia. Libertad sin más limitaciones que las propias de la libertad de los otros. Por tanto libertad de pensamiento, de credo, de expresión, de decisión,.... se constituyen en base de la convivencia de cualquier sociedad y forman parte de la declaración Universal de los Derechos Humanos.

Avanzamos sen el siglo XXI y nuestras sociedades son cada día más plurales, tanto por el hecho de acoger en sus territorios gentes venidas de lejanos países, como por el desarrollo de las propias ideas de libertad, que han roto la homogeneidad de cada grupo social o territorial. Esta pluralidad debemos verla como como algo enriquecedor y positivo. Pluralidad que trae consigo una condición esencial: el respeto. Y es en este punto donde hemos de poner especial cuidado. Porque nos llenamos la boca de la palabra respeto y en ocasiones caemos en la intolerancia con ideas distintas a las nuestras. Y esa intolerancia nos convierte en agresivos. Con demasiada facilidad adjetivamos negativamente a personas e ideas que nos son ajenas. Con demasiada facilidad buscamos la descalificación del opuesto, en base a frágiles argumentos, que en realidad solo vendrían a demostrar nuestra propia inseguridad. El respeto se demuestra con la tolerancia, base de la convivencia; un respeto que viene reconocido en la Biblia desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento. Recordemos aquel versículo: "En mi alianza con él se hablaba de vida y de paz, y se las concedí; se hablaba también de respeto y él me respetó" (Malaquías 2,5).

En este domingo de Pentecostes hagamos una llamada al Espíritu Santo para que sople sus dones sobre nosotros y nos infunda la fuerza moral necesaria para reconvertirnos al "Reino de Dios". Al reino de hombres libres, para el que Cristo nos liberó, y en función de ello nos haga avanzar en el respeto y la tolerancia hacia los demás.

domingo, 9 de mayo de 2010

Pederastia clerical

Siempre es repugnante cualquier tipo de abusos sobre niños. Conocido es que permanentemente levanto mi bandera en defensa de los derechos del niño; empezando por el derecho a la vida y siguiendo por su derecho a alimentarse, a la sanidad, a la familia, a jugar, a recibir educación, a no ser explotados laboralmente, a no participar en guerra alguna......

Por eso no es necesario que busque adjetivos para calificar los numerosos casos de pederastia clerical, que han salido a la luz últimamente. Todos los adjetivos serían cortos para describir mi parecer. Sobre todo cuando se da el agravante de ser cometidos por personas que visten ropa talar.

Pero solo quería decir una cosa. Me parece muy grave la actitud de la jerarquía eclesíastica de tratar de tapar estos casos. El Vaticano ha reaccionado demasiado tarde y a remolque de los acontecimientos y de la opinión pública. Bien sabe Dios que soy severamente crítico con determinadas posturas de la jerarquía, que en mi opinión se alejan del espíritu del Evangelio. Si la renovación eclesial es siempre necesaria para mantener la fidelidad al Espíritu, sobre determinadas cuestionas se hace ahora urgente.

Sobre esa equívoca política de encubrimiento, me gustaría recordar las palabras de una santa mujer del siglo XIV, Santa Catalina de Siena: "¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!"

domingo, 25 de abril de 2010

Ciudad de vida y muerte


Esta semana he disfrutado de unas pequeñas vacaciones que me han ofrecido la oportunidad de ver la película china triunfadora en el último Festival de San Sebastián, "Ciudad de vida y muerte" de Lu Chuan. Esta película recrea los acontecimientos históricos conocidos como "La masacre de Nanking"; esto es, la toma de la antigua capital china por el ejército japonés en 1937, y las posteriores atrocidades sin límite cometidas por los vencedores, desprovistos de más elemental humanismo. Así más de 20.000 mujeres fueron violadas y la cifra total de muertos fue de unos 300.000. Algo que dicho en números es demasiado frio, para la magnitud del hecho.

Pero no trato en este blog de hacer crítica cinematográfica. Simplemente reflexionar muy brevemente a la luz de esta película sobre hasta donde puede llegar la crueldad humana. Porque la película en definitiva es una radiografía de la crueldad que es la guerra. Y desde la más remota historia toda guerra acabó por desarrollarse más o menos de la misma manera. Con vencedores atropellando al vencido hasta donde es difícil imaginar.

Estamos en el siglo XXI. Posiblemente la peor de la guerras quizá no haya llegado todavía. Y me viene a la cabeza aquellas palabras de Cristo: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5,9).

jueves, 22 de abril de 2010

Buscando la cruz

Alexandro Prontazo es un cura italiano, que usa de la pluma para divulgar los valores evangélicos. De sus escrito extraigo esta anécdota, por considerarla suficientemente ilustrativa:

"Un día caí en un santuario famoso, mezclado en una peregrinación de personas económicamente acomodadas en los escalones más altos. Al atardecer se celebraba un solemne viacrucis a través de un itinerario trazado en el parque. El honor de llevar la cruz le tocó a un piadoso y rico propietario de tierras y negocios. A la hora establecida nos dimos cuenta, con admiración, de que no teníamos a mano una cruz que había que cargar sobre las devotas espaldas. Todos intentaron remediar aquel inconveniente. Todos se mostraron muy diligentes. Hubo una desbandada general, provocada por la búsqueda de una cruz. Pero nadie supo donde encontrarla. La cosa, es menester reconocerlo, tenía un aspecto cómico. Se me ocurrió aconsejar entonces:

-Buscad a un pobre. Vosotros los ricos tenéis que ir a buscar la cruz, pero los pobres la tienen siempre sobre sus espaldas.

No creí oportuno insistir, para no estropear definitivamente la fiesta o, mejor dicho, el viacrucis. Pero el episodío puede valer como símbolo y comentario de la implacable actitud de Jesús frente a las riquezas"

sábado, 17 de abril de 2010

En busca de la alegría

El tiempo pascual es tiempo de alegría. Por ello cuando el pasado domingo cerrábamos la octava de Pascua, un domingo que se denominó en la Iglesia antigua como “in albis” en alusión a las vestiduras blancas que los nuevos bautizados habían llevado durante toda la semana, reflexioné sobre el sentido y el significado de la alegría, así como su plasmación en nuestra vida diaria.

Lo primero que se viene al pensamiento es que vivimos un mundo y una época preñada de miserias, de intolerancias, de violencias, de consumismo, de injusticias, de corrupciones, de hedonismo, de venganzas, de mafias...... Entonces ¿le queda algún espacio a la alegría?.

El dolor y la alegría son inherentes a la propia existencia del hombre. Desde los dolores de parto, hasta los estertores de la muerte, siempre hay penalidades que afectan a todo ser humano, que se alternan con motivos gozosos. Sin embargo es la forma en que afrontamos esos momentos de dolor, lo que nos dará la impronta para vivir desde la alegría.

Porque en definitiva la alegría es un carácter, una forma de ser y existir, es un decantarse por lo positivo para germinar en un talante absolutamente nuevo y distinto de afrontar nuestro día a día. Allá donde hay alegría, no hay lugar para envidias, violencias, injusticias. La alegría abandera la libertad frente a la servidumbre, la aceptación frente a la intransigencia, la actividad frente a la indolencia, la amabilidad frente al gesto adusto, el blanco frente al negro.

Contaban del llorado actor mexicano “Pompin” Iglesias, que lo primero que hacía todas las mañanas aun antes de abrir los ojos era sonreir. Y el propio Charles Chaplin decía “Estoy siempre alegre; esa es la manera de solucionar los problemas de la vida”.

Científicamente se ha demostrado que la risa franca aporta vitalidad a nuestro organismo, reduce las tensiones, el insomnio, contribuye a aliviar el dolor y es saludable en cualquier proceso. La alegría engendra alegría, contribuyendo a mejorar nuestro entorno y nuestras relaciones humanas. Y es que como he oído decir alguna vez “La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”.

Para el cristiano, el Evangelio es la “Buena Nueva”, que nos transmite la fe, la esperanza y con ella la alegría. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido bien el núcleo del mensaje de Jesús. El creyente habrá de transformar los problemas y padecimientos en fuente de alegría, como dice San Pedro en su primera epístola: «Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria» (1Pe 4,13.)

viernes, 19 de marzo de 2010

Cartagena y el Cura Valera

Con ocasión del llamdado "Día del seminario" traigo hasta este blog la figura de un sacerdote ejemplar: el cura Valera.

Salvador Valera Parra (Huércal-Overa, 1816-1889), conocido como “el cura Valera” llegó a Cartagena en 1864 como ecónomo del Curato de la ciudad. Hijo de modestos labradores, se ordenó sacerdote en 1840, ejerciendo como capellán en Huércal-Overa. Como sea que su vocación sacerdotal va mucho más allá de actos litúrgicos y pone todo su empeño en pisar la calle para atender a los más necesitados, llegan a acusarle ante el obispado por “liberal”. El obispo, atento a la realidad y al sentir popular, desestima esas acusaciones.

Al llegar a Cartagena se instala en el antiguo Hospital de Caridad. Durante su estancia de cuatro años en la ciudad, se tiene constancia de tres hechos destacados:

Aquí asiste a la epidemia de cólera de 1865,. Impulsado por su natural de atender a quienes pueden necesitarle, no tiene ningún reparo en asistir con heroísmo y amor a los enfermos, por lo que posteriormente el Ayuntamiento le regalaría un cáliz de plata en reconocimiento. Este cáliz aún se conserva en la iglesia parroquial de Huércal-Overa. Asimismo la reina Isabel II le concede la Cruz de la Orden de Carlos III.

Otro hecho recordado tiene lugar con ocasión de un violento motín en el penal, durante el mes de Agosto de 1868. El cura Valera, que siempre se mostró cercano a los penados, no duda en ofrecerse como interlocutor, consiguiendo que los presos depongan su actitud, sin ser represaliados por las autoridades carcelarias.

Finalmente el hecho más comentado de la época tuvo lugar en el 26 de Septiembre de 1868, cuando llega a Cartagena a bordo de la fragata Zaragoza el general Prim. En aquel momento las autoridades decidieron que repicaran las campanas de las iglesias, pero aún no había sido avisado el cura Valera cuando ante el asombro de todos, las campanas empezaron su repiqueteo anunciando el acontecimiento, lo que se consideró como un hecho milagroso. Enterado el general Prim del hecho y de las virtudes que atesoraba el cura Valera, pidió conocer al párroco, proponiéndole para cargos más elevados en la Corte. Pero el cura Valera no aspiraba a cargos, ni dineros, ni influencias, ni galas, ni honras. Quien era amigo de pobres y enfermos, quien dormía en el suelo por ceder su cama, quien comía parcamente, quien vivía pobre porque daba todo lo que tenía, no podía ahora vestir sedas ni vivir en palacios. Por ello rehusó esas proposiciones y tan solo pidió su traslado a su pueblo natal, Huércal-Overa, donde, ya muy anciana, aún vivía su madre. Y allí volvió como párroco, donde tras largos años de entrega pastoral, murió en olor de santidad el día 15 de Marzo de 1889 a los 73 años.

En el número especial que el diario de Huércal-Overa, “El Almanzora”, le dedica el día 24 de Marzo de 1889 pudo leerse: “En la conciencia de todos los que han conocido al virtuoso y nunca bien llorado cura Don Salvador Valera, está indeleblemente gravado que ocupa ya un señalado puesto entre los santos: todos lo creemos sin excepción alguna”

En 1944 la diócesis de Cartagena incoa un proceso de beatificación que no culmina, por lo que en 1962 se inicia un nuevo proceso por la diócesis de Almería. Este proceso se toma impulso de forma definitiva a partir de 1986 apoyado por la “Asociación Pro Beatificación del Cura Valera” erigida en 1988. De su mano el cura Valera cuanta ahora con su propia página web:

http://www.curavalera.org/

domingo, 14 de marzo de 2010

reconciliatio

Cuaresma: Tiempo de Reconciliación

No admite controversia el grito de San Pablo : “En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios” (II Corintios, 5,20)

Pero...¿acaso puedo necesitar reconciliarme con un Dios contra el que no me he manifestado?. La respuesta nos la da el apóstol San Juan cuando nos avisa: "Si decimos: `no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8).

¿Entonces qué significa reconciliarse con Dios?. Para mi está claro: Reconocer en qué puntos nuestra conducta de cada día se desvía de la moral divina, de la llamada Ley Natural. La Ley Natural es una ley no escrita, de la que ya nos hablaba Aristóteles y que dicta a una a conciencia suficientemente formada, lo que éticamente es bueno o perverso. El Cristianismo tiende a asimilar la Ley Natural con la llamada Ley de Dios. Por tanto toda desviación de la Ley de Dios, es lo que podríamos considerar pecado.

¿Cuándo nos apartamos de la Ley de Dios? Evidentemente cuando nos olvidamos de una serie de principios básicos.

Así cuando atentamos contra la libertad: Dios crea al hombre libre y esa libertad no debe ser violentada. “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Isaías, 58,6)

Cuando atentamos contra la justicia y los derechos humanos: “En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano” (I Juan, 3,10)

Cuando nos olvidamos de la misericordia para con el prójimo, siendo esta una de la más reconocidas características de Dios: “pues como es su grandeza, tal su misericordia”. (Eclesiástico, 2,18).

Cuando nos asociamos con la avaricia tantas veces condenada por Cristo que nos invita a una fraternal comunicación de bienes, o la soberbia : “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11,29).

Cuando justificamos la violencia, “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5,9)

Cuando volvemos el rostro a la esperanza a la que nos llama la resurrección de Cristo, y sembramos tristeza en vez de alegría: “ el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados” (Efesios, 1,17-18)

Cuando atentamos contra la vida, integridad o dignidad del ser humano: “No matarás” (Éxodo, 20,13))

Cuando, en definitiva atentamos contra el amor, núcleo central de la fe cristiana: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan, 13,34).

Y porque no somos fieles a estos principios necesitamos de la reconciliación