(.........) El volteo de las campañas se oye desde los
cuatro puntos cardinales de la ciudad y de cada pueblo, pero ¿hacemos caso a su
tañer glorioso? ¿Es posible escuchar los aleluya pascuales en este país
crucificado por la crisis, en este patio de monipodio, de sainete esperpéntico,
de ceremonia de la corrupción salpicando personajes e instituciones, mostrando
salvajemente el rostro pesetero de total falta de ética?
(.........)
Esos aleluya que se oyen como música silenciosa entre el
clamor herido de millones de hombres y mujeres, de ancianos y de niños, de
oprimidos y marginados que nos empujan a mirar el Evangelio y su inesquivable
apuesta por los pobres. Percibir el aleteo débil, casi imperceptible de todos
los resucitados con Cristo: los pacíficos, los justos, los pobres, los
hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos.
(.........)
Es Pascua. Por eso voltean las campanas. Aquel joven tostado por el sol,
acompañado de multitudes, de nombre Jesús, vuelve a romper la piedra del
sepulcro y a levantar en vilo la dignidad humana. Jesús vive. Y vivirá para
siempre donde quiera que los seres humanos se amen, se comprendan, compartan y
se ayuden. Y en el frescor del agua, la música del aire, la mirada de un niño,
la rebeldía de los oprimidos, la lucha por la justicia. Por eso repican las
campanas, por Jesús, ese muchacho, eternamente joven que sigue vivo entre
nosotros: ¡Aleluya!Autor: Juan Fernández Marín
Fuente: La Opinión de Murcia. 31/03/2013
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