domingo, 9 de enero de 2011
Dios se manifiesta
Imagen: Nacimiento de mi pequeño belén.
Desde Nochebuena hasta la fecha de Reyes Magos hemos vivido una Navidad siempre infectada de consumismo (posible herencia de aquellas fiestas saturnales, que fueron su precedente laico), pero siempre ofreciendo una oportunidad al espíritu para renovarse ante la visión del Niño, el Hijo de Dios encarnado, expresión suprema del Amor de Dios.
Y es que toda la festividad de Navidad es si misma una Epifanía. Una manifestación de Dios, una luz que se enciende para orientar nuestros pasos y conducirnos más allá de las tinieblas humanas, tal como la describiera el profeta Isaías: “¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora” (Is, 60, 1-3).
Pero si esto ocurrió hace más de 2000 años, ¿qué luz le llega al hombre del siglo XXI?. Esta ha sido mi reflexión en estas fechas.
¿Conclusión? .........Estoy convencido que Dios no cesa en su manifestación. Bastaría con superar nuestra sordera y nuestra ceguera. Silenciemos el ruido que nos rodea, abramos la ventana a la luz. Porque Dios se manifiesta cada día para quien haga por escucharle. Y lo hace en el silencio, en la aurora, en el viento, en los rompientes de la mar. Se nos presenta bajo el rostro del necesitado, del parado, del enfermo, del emigrante, del niño prostituido, de la mujer agredida, del drogadicto, de todos los olvidados de nuestro mundo.
Pero esto es demasiado fuerte. Semejante pensamiento podría estropear nuestra comida de Navidad.
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