sábado, 17 de abril de 2010

En busca de la alegría

El tiempo pascual es tiempo de alegría. Por ello cuando el pasado domingo cerrábamos la octava de Pascua, un domingo que se denominó en la Iglesia antigua como “in albis” en alusión a las vestiduras blancas que los nuevos bautizados habían llevado durante toda la semana, reflexioné sobre el sentido y el significado de la alegría, así como su plasmación en nuestra vida diaria.

Lo primero que se viene al pensamiento es que vivimos un mundo y una época preñada de miserias, de intolerancias, de violencias, de consumismo, de injusticias, de corrupciones, de hedonismo, de venganzas, de mafias...... Entonces ¿le queda algún espacio a la alegría?.

El dolor y la alegría son inherentes a la propia existencia del hombre. Desde los dolores de parto, hasta los estertores de la muerte, siempre hay penalidades que afectan a todo ser humano, que se alternan con motivos gozosos. Sin embargo es la forma en que afrontamos esos momentos de dolor, lo que nos dará la impronta para vivir desde la alegría.

Porque en definitiva la alegría es un carácter, una forma de ser y existir, es un decantarse por lo positivo para germinar en un talante absolutamente nuevo y distinto de afrontar nuestro día a día. Allá donde hay alegría, no hay lugar para envidias, violencias, injusticias. La alegría abandera la libertad frente a la servidumbre, la aceptación frente a la intransigencia, la actividad frente a la indolencia, la amabilidad frente al gesto adusto, el blanco frente al negro.

Contaban del llorado actor mexicano “Pompin” Iglesias, que lo primero que hacía todas las mañanas aun antes de abrir los ojos era sonreir. Y el propio Charles Chaplin decía “Estoy siempre alegre; esa es la manera de solucionar los problemas de la vida”.

Científicamente se ha demostrado que la risa franca aporta vitalidad a nuestro organismo, reduce las tensiones, el insomnio, contribuye a aliviar el dolor y es saludable en cualquier proceso. La alegría engendra alegría, contribuyendo a mejorar nuestro entorno y nuestras relaciones humanas. Y es que como he oído decir alguna vez “La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”.

Para el cristiano, el Evangelio es la “Buena Nueva”, que nos transmite la fe, la esperanza y con ella la alegría. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido bien el núcleo del mensaje de Jesús. El creyente habrá de transformar los problemas y padecimientos en fuente de alegría, como dice San Pedro en su primera epístola: «Alegraos en la medida en que participáis de los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria» (1Pe 4,13.)

1 comentario:

  1. Hola Fernan
    Pienso que todos vamos en busca de la alegría.
    Estoy en el Camino Fernan y ando sin tiempo. Solo decirte que la historia del cascabel la conté en mi blog de principio a fin hace ya bastante tiempo.
    No me gusta dejar las cosas a medias.
    Besos

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