Se celebra hoy en España y Portugal el Día de la Madre. Y más allá de la dimensión comercial que pueda tener la celebración, bien está este día para rendir recuerdo y cariño hacia quienes nos dieron la vida.
Traspasando el tema al ámbito religioso, no hace mucho alguien me planteaba uno de los más conocido reproches feministas hacía el controvertido machismo de la religión: ¿Porqué hablamos de Dios Padre y no de Dios Madre?.
Y no parece una sinrazón la pregunta al punto que te hace reflexionar sobre el tema. Y es que siendo Dios espíritu, parece que referirnos a Él tanto en masculino como en femenino podría desvirtuar su propio concepto. En religiones primitivas como puedan ser las originarias americanas el concepto de Dios abarcaba ambos sexos. En religiones politeístas existían tanto dioses como diosas. Pero es cierto que las tres grandes religiones monoteístas hablan de Dios en términos fundamentalmente masculinos. Quizá porque los autores de la Biblia son todos masculinos, quizá por la cultura imperante en Europa y Asía durante milenios.
Posiblemente por ello el cristianismo ha querido poner un contrapunto en la figura de María. Pero hemos de comprender que las palabras de Cristo “ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27), solo podríamos entenderlas como una prolongación del concepto maternal de Dios, autor de la vida. En este sentido son numerosas las referencias que hacen las Escrituras hacia Dios en su actividad femenina de “parir”, como puede ser Deuteronomio 32,18, Números 11,12-13, o Isaías 42,14.
Para terminar si nos fijamos en el origen de la creación descrita en el Génesis comprobamos que también la mujer es creada a imagen de Dios: “Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; Hombre y mujer los creó” (Gén. 1,27). Por tanto si nos permitimos ver a Dios en masculino, necesariamente hemos de admitirlo también en femenino. Dios es Padre, pero también Dios es Madre.
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